Press

La grandilocuencia.

Desplegaba estoicamente toda su hercúlea fuerza física, potenciada por una agudeza intelectual determinante. Indudablemente estaba a la altura de las exigencias que requería la tarea.

Su perseverancia no hacía más que coronar aquel espectáculo digno de los dioses del Olimpo.
Sobre su cuerpo bien formado soportaba altas cargas tal cual Atlas lo hubiera hecho. Estaba tallado a maestría de escultor, para desempeñarse bajo los más altos estándares de rendimiento.

Ni el viento, ni la vegetación, le desviaban un solo paso de su camino. Al igual que un acorazado, forjado con acero del tridente de Poseidón, surcó su derrotero entre los accidentes geográficos de un océano de tierra.
Negro retinto y profundo, su color al desnudo, brillaba resplandeciente ante el inmutable astro rey, desafiando las altas temperaturas del mediodía de verano.
¡Con qué gracia de gigante ignoraba la despiadada gravedad que se desvivía por vencerla!
Con su trozo de hoja verde, sesgada a conciencia y requerimiento de la comunidad, la hormiga volvía a su hormiguero, sin pena, pero repleta de gloria.

MGC
02062020